En primer lugar desarrollamos el concepto de
competencia como el conjunto de conocimientos, destrezas y actitudes necesarias
para desempeñar una función dada, y para lo cual se requiere: contar con un
conjunto de conocimientos especiales que permiten dominar como experto los
contenidos y tareas propias de cada ámbito profesional.
En el Espacio Europeo de Enseñanza Superior
(EEES) el estudiante cobra un perfil más destacado. El sistema, diseñado
conforme a la filosofía ECTS (European Credit Transfer System), convierte al
“crédito” en la unidad básica de planificación, de actuación y de evaluación.
Este concepto va siendo conocido y aceptado, pero no sucede lo mismo cuando a
dicho sistema de créditos se le vincula con el aprendizaje por competencias.
Esta situación es particularmente llamativa por las implicaciones estrechas y
relevantes que debiera tener, al menos, en tres niveles: en la formulación de
los títulos, en la utilización de métodos, actividades y recursos de
aprendizaje, y en la evaluación.
En este tema también encontramos la importancia
del proyecto Tuning. The Tuning Educational Structures in Europa Project,
define la “competencia” desde una perspectiva integrada, como “lo que una
persona es capaz o competente de ejecutar, el grado de preparación, suficiencia
y/o responsabilidad para ciertas tareas”.
Las competencias se clasifican en transversales o
generales y específicas. Las transversales son las propias del diseño de la
titulación. Las específicas son el contrapunto y deben hacer explícitos los
resultados de aprendizaje de una asignatura.
Las transversales, a su vez, se clasifican en
instrumentales, interpersonales y sistémicas. Las interpersonales miden las
habilidades de relación social y de integración en diferentes colectivos y la
capacidad de trabajar en equipos específicos y multidisciplinares, esto es, se
trata de las capacidades que permiten que las personas tengan interacción con
los demás. Las sistémicas miden las cualidades individuales y la motivación en
el trabajo, ya que exigen destrezas relacionadas con la comprensión de la
totalidad como un sistema. Las competencias específicas se dividen en tres
clases: las académicas o relativas a conocimientos teóricos (saber); las
disciplinares o conjunto de conocimientos prácticos requeridos para cada sector
profesional (hacer); y, finalmente, las de ámbito profesional, que incluyen
tanto habilidades de comunicación e indagación, como el know how aplicadas al
ejercicio de una profesión concreta (saber hacer).
En cuanto a las competencias profesionales que
debe de tener el docente de Educación Infantil, se pueden resumir de la
siguiente manera:
-
Conocer las características profesionales y personales
implicadas en esta profesión.
-
Identificar cuáles son sus ámbitos de actuación como
profesional de la educación.
-
Saber sus capacidades y funciones en cada uno de los
campos en los que se puede actuar.
-
Reflexionar sobre las responsabilidades de la profesión
con los niños/as, padres/madres, compañeros/as…
-
Analizar el compromiso de participación social
-
Mantener sus conocimientos al día con una formación
continuada
-
Incorporar la ética a la acción profesional.
Por último, los maestros y maestras de Educación
Infantil requieren desarrollar las habilidades y destrezas profesionales
propias de la función docente de manera tal que asegure una eficiente
implementación del currículo y que garantice una educación de calidad.
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