La familia a lo largo de la historia de la humanidad siempre
ha sufrido transformaciones paralelas a los cambios de la sociedad. Las
funciones de proteger, socializar y educar a sus miembros las comparte cada vez
más con otras instituciones sociales como respuesta a necesidades de la
cultura. De aquí que las funciones de las familias se cumplen en dos sentidos:
uno propio de esta institución, como es la protección psicosocial e impulso al
desarrollo humano de sus miembros, y en un segundo sentido externo a ella, como
es la adaptación a la cultura y las transformaciones de la sociedad.
La familia no sólo debe garantizar a los niños condiciones
económicas que hagan posible su desempeño escolar, sino que también debe
prepararlos desde su nacimiento para que puedan participar y aprender
activamente en comunidad. Dicha preparación demanda una gran variedad de
recursos por parte de la familia; éstos son económicos, disponibilidad de
tiempo, valores, consumos culturales, capacidad de dar afecto, estabilidad,
entre otros.
Encontramos varias teorías que sustentan la influencia del
contexto familiar en el proceso de aprendizaje de los niños en la etapa
preescolar, a través de autores como Vigotsky, Ausubel, Bandura y Brown,
Collins y Duguid.
Por ejemplo, según Bandura el
funcionamiento psicológico es el resultado de la interacción entre la persona,
la conducta y el entorno que lo rodea. En la persona intervienen las
capacidades mentales y la memoria a esto lo llamó determinismo triádico. El
resultado del aprendizaje produce capacidad de acción y desenvolvimiento,
capacidad de poder actuar proactivamente conociendo el entorno y mediante el
desarrollo de las capacidades cognitivas y a través de la conducta, trazar un
rumbo de desarrollo, satisfacción personal y crecimiento.
Según autores como Perez Esclarin 1984, “la familia es el
enlace fundamental del proceso de aprendizaje del niño en la transición del
hogar a la escuela”.
Es en el hogar donde el niño en sus primero años de vida
desde que nace hasta los cinco años, donde el afianza y reconoce sus valores
morales que luego el docente en la escuela se encargara de la difícil pero
hermosa labor de complementar, fortalecer y afianzar por completo estos
principios y a su vez lograr hacer del niño un ser integral, capaz de
desenvolverse en la sociedad cambiante del mundo moderno.
Por ello es necesario que los familiares y los docentes
trabajen en conjunto ya que esta unión y confianza entre la familia el alumno y
el maestro o docente favorece la integración del niño en la sociedad, así como
también ayudar a solventar problemas familiares que en un momento determinado
puedan afectar el proceso de aprendizaje del niño.
Este engranaje bien logrado y fortalecido con los vínculos
del amor el respeto la sinceridad y la solidaridad mutua permite que se forme
un ser humano integral.
Además de la importancia de la familia en los procesos
educativos en la etapa infantil, también debemos de saber cómo es la sociedad
en la que nuestros alumnos van a desarrollar esos procesos
La sociedad postmoderna genera alumnos que requieren
velocidad, imágenes, multiplicidad de realidades y variabilidad. La educación
actual debe basarse en cuatro pilares fundamentales: aprender a ser, a
convivir, a hacer y a conocer; los alumnos requieren aprender a ser mejores
personas, a convivir con la diversidad, a conocer, pues, que la información es
la base fundamental de la era tecnológica, y a desarrollar praxis concretas en
las tareas que la especialización de sus carreras y que la vida requieran.
La relación docente-alumno, desarrollada en la modernidad,
pierde vigencia en estos tiempos. Era una relación vertical, en la que el
docente custodiaba la verdad y ejercía una transmisión unidireccional de
conocimientos: la relación tenía un maestro como dueño de la información, sin
más recursos que una pizarra y una tiza, y a un alumno pasivo, como mero
receptor. Este estilo pedagógico ya no encaja en la actual sociedad
globalizada, con un entorno inestable y personalidades complejas.